ESPECTÁCULO

El alocado festejo de Pamela David tras la copa que ganó Independiente Rivadavia, el club de su marido

El miércoles quedó escrito en la historia grande del fútbol argentino: Pamela David celebró en vivo el título de Independiente Rivadavia, el primero a nivel nacional, mientras su pareja, Daniel Vila, disfrutaba como presidente del club. Fue una noche dramática en Córdoba, con empate 2-2, dos expulsados y definición por penales que dejó a la Lepra rumbo a la Copa Libertadores 2026. El festejo cruzó la cancha, la televisión y hasta las redes, donde el clima de euforia se desbordó.

“Muy buenos días y buenas noticias. Qué maravilloso. Yo no sabía que se le pone una estrella al escudo”, arrancó la conductora, mostrando la camiseta con una sonrisa que decía todo sin decir nada. En el estudio, las imágenes de la noche inolvidable pasaban como película de gloria mendocina y desahogo puro. “Fue una fiesta, ¡una locura como se festeja en Mendoza! Qué manera de sufrir. Yo creo que el nivel de sufrimiento todavía está en el cuerpo”, confesó.

En medio de la adrenalina que aún no se le iba, Pamela David reconoció que hubo un momento en que creyó que todo podía cambiar. “Dios, podría haber pasado otra cosa. Yo en un momento dije: ‘Dios, vos sos el único…’. Fue un partidazo. Pensé: ‘Bueno, por lo menos que sean campeones’. Qué lindo que fue”, relató, todavía con la voz cargada de emoción.

La ciudad de Mendoza, mientras tanto, era un carnaval. “Me gusta que la emoción no se termina. Es impresionante. Villa, ¡qué líder!”, lanzó, con admiración y algo de mirada cómplice para quienes saben lo que significan estas gestas. Y entre risas, una perlita: “Todos tímidos, ‘Ay, me pido un café’, ¡pero estamos en Córdoba!”.

EL FESTEJO DE PAMELA DAVID

El festejo no terminó con el pitazo. “No paraban de abrazarse, hacía frío y nadie se quería ir. Se quedaban, se quedaban, se quedaban”, contó, con la imagen de tribunas que no se apagaban. La fiesta, evidentemente, fue del tipo que se queda en la piel.

Independiente Rivadavia, el club de la resiliencia eterna, por fin levantó su copa soñada. Y Pamela David, al recordar el momento exacto de la gloria, volvió a decir la frase que ya quedó para la historia leprosa: “Qué manera de sufrir”.

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